jueves, 29 de noviembre de 2012

Trampas que hago para (no) nombrarle.

    He estado a punto de escribir acerca de esos tantos días que no le veo, y acerca de cómo echo de menos creer determinadas (de sus) mentiras. Pero prefiero seguir con mi táctica de hacerme la dura.

    Aun no me ha fallado del todo.

    He estado a punto de mencionaros de pasada que ahora ser feliz consiste en tener el nudo en la garganta y no en el pecho. Que estar triste no existe porque estoy demasiado cansada y que se puede morir con facilidad cuando ambos nudos aprietan.

    Unos segundos, un grito ahogado.

    Ya soy libre otra vez. Otra mentira.

    Y a pesar de él voy sintiéndome cómoda porque el nudo del cuello se va convirtiendo en collar -de perro-, y el dolor del pecho lo prefiero atribuir a que se me ha quedado alojada sin querer una esquirla de mi piel de metal cuando esa mañana me puse el disfraz de ser humano. Y cuando aun así explota recojo los trozos sin mucha importancia y formo cualquier tontería con ellos.

    Mi corazón es un tangram y a veces tiene grietas.

    Pero somos fuertes.

    Y puedo ser fuerte en cualquier lugar.

    En el movimiento de la huida, por ejemplo.

martes, 27 de noviembre de 2012

Aliteración I.

Tenía la voz tan suave que cuando susurraba parecía que silbaba. Y sus eses serpenteaban sigilosamente a través de los oscuros y silenciosos pasillos. Sonreía si así conseguía sacarte a ti una sonrisa.

Si escuchabas solícitamente sentías el sonido de sus sesos separando realidad y deseo. Y a sus cabellos soportar miles de desbandadas de la brisa del ocaso.

Solo estar ante su presencia significaba una sensación de sensual libertad salvaje.

Y aun así ella sufría de una sinuosa soledad.

lunes, 26 de noviembre de 2012

He estado a punto de acoger tus vísceras pero prefiero tus manos.

    Puede pasar. Evoluciono hacía ti, para adaptarme a tu forma, y tú descubres que el placer está en acariciarme torpemente la piel fina de la espalda. Y el cariño hace el roce, y esto, la fusión.

    (Y luego herida, pero no os pongáis tristes aún.)

    Descubro que tus vísceras no me importan porque nací para acogerlas y no le busco más explicación  Podría hablaros de su corazón latiendo, pero prefiero contaros los rugidos de su estómago antes y después de comer. Y el hinchar de sus pulmones cuando intenta mantener la cabeza más alta que yo. Y el desvariar de su arrugado cerebro mientras duerme.

    Y yo os digo que nuestras vísceras son suaves.

    He acabado acogiendo tus vísceras y tus manos. Y espero que tú acojas mis ojeras.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Que no, Rick, que no recuperasteis París.

    Pero querías que se fuera, y en el amor y la guerra todo vale.

    Y lo vuestro tenía más de guerra que de amor. O no, porque en ambos hay mentiras y dolor. Te hacía daño a pesar de pretender salvarte y no podías hacer nada, solo alejarla.

    Que se fuera, tiene otra vida lejos y tú no estás en ahí, Rick. No calientas su cama ni llenas sus vasos de whisky. Ni se os calienta el vaso mientras habláis ni llenas su cama.

    Aunque no lo pareciera, era un engaño. Y acabó con otro. París sigue perdido porque ninguno estáis para recuperarlo, pero, dime, Rick, ¿de verdad lo quieres?

    ¿Quieres luchas por algo que no tenia sentido desde el principio? Dices que siempre escoges el bando perdedor, como yo. Pero no intentas recuperar París.

    Aunque tampoco importa. Tú vas a seguir perdiendo batallas y ella luchando por sus propias mentiras (porque de los tres, Ilsa, tú y yo, ninguno creemos que se pueda ser feliz), mientras recuerdas París como un Paraíso irrecuperable.

    Como el Edén, es lo que tienen los paraísos.


...She walks into mine.