Mañanas en
las que te despiertas
y sabes que
no vas a comerte el mundo.
Que nos coma
él antes.
A mí,
empezando por los labios.
No sabes si
cambiar la manta
por el calor
del pan tostado.
O echártela
a la cabeza y comer (en) sueños.
Yo ya he
pensado en poner una cocina en el dormitorio.
Y luego
sales de la cama y
el tiempo
empieza a contar.
Y no sabes
correr, y no
sabes qué
ropa no ponerte de toda la que te sobra.
Pierdes el
tren todos los días
y coges el
siguiente que te deja allí,
veinte
minutos antes.
Yo tampoco
quiero entenderlo.
Lo único
bueno de salir de la cama es el desayuno.
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